La frase más escuchada en agosto en Tarifa es "Qué ganas de que llegue el invierno".
La gente que está de visita no lo entiende. Los días eternos, los mojitos en el Tumbao, los atardeceres en Balneario y las playas de arena fina parecen el paraíso.
Y lo es. Realmente lo es. Los que vivimos en Tarifa a veces necesitamos un recordatorio de que pese a que se llene de turistas, haya tráfico y cueste encontrar sitio para aparcar sigue siendo un sitio privilegiado.
Pero aún así siempre tenemos ganas de que llegue el invierno. Porque en invierno aparece la magia real de este rincón, más cerca de África que de la mayor parte de España.
Las playas llenas de gente se convierten en playas desiertas con olas que parecen pintadas, la maraña de cometas que asusta siempre a los más novatos se convierte en pinceladas de color sobre el mar.
Vuelven esos momentos de conocernos todos, de tener tiempo para ponernos al día, de dejar de tener compromisos y visitas y poder recuperar los paseos en la Ruta del Buda, disfrutar de las vistas y del clima.
Y si podemos recordárselo un poco a nuestros conocidos con menos suerte en cuanto a localización. Porque si, cuando la mayor parte de Europa está con abrigo nosotros seguimos en manga corta y descalzos.
Tenemos claro que Tarifa es un privilegio siempre. Pero el invierno... el invierno tiene magia.